Marybel Fuentemávida Vásquez: el feminismo como encuentro de la voz propia

Marybel Fuentemávida Vásquez: el feminismo como encuentro de la voz propia
Marybel Fuentemávida Vásquez, presidenta Fundación Paritas.

Aunque hemos avanzado enormemente gracias a las mujeres que alzaron la voz antes que nosotras, aún falta mucho por alcanzar. El actual Gobierno se declara feminista, pero para lograr que esto sea más que una declaración, se requiere que más y más mujeres, encuentren su propia voz. Las voces de mujeres unidas, en un lenguaje que va más allá de las fronteras nacionales, son la herramienta más poderosa a la hora de generar transformaciones. Y el feminismo es una política de transformación.


Por Marybel Fuentemávida Vásquez (presidenta de la Fundación Paritas e integrante del FrenteFeminista Plataforma Socialista)

              Cada 8M muchas personas me preguntan: ¿qué es ser feminista?; ¿es salir a la calle con los pechos desnudos?; ¿gritar en masa?; ¿pedirles a las mujeres que aborten y odien a los hombres? Queda, así, de manifiesto que a pesar de ser un movimiento político antiguo en Chile y en el mundo, del que forman parte miles de mujeres, aún un sector importante de nuestra sociedad sabe muy poco sobre el feminismo. 

Para responder a la pregunta sobre qué es ser feminista voy a hablar de la voz. Sí, de la voz. Hace un tiempo atrás, les recomendé a las integrantes de una Fundación en la cual participo encontrar su voz. Las insté a que esta voz fuera una voz propia y no una impuesta por los roles sociales. Mi propuesta tenía como fundamento la constatación de que a lo largo de la historia las mujeres hemos alzado la voz muchas veces sin que nadie escuche. Hay temas, nos han dicho, que son de hombres: la política, la religión, la filosofía, la economía (incluso las finanzas del hogar). ¿Cómo no encerrarnos a gritar? ¡Ay la histeria! 

Las mujeres hemos acuñado el término “espacio seguro” para referirnos a aquel lugar protegido por hechizos antiguos en el cual hablamos, sacamos la voz, con claridad y sin miedo, un lugar en el que nos encontramos mujeres que escapamos de la realidad patriarcal que nos aprisiona, no necesariamente tras barreras de fierro, sino tras un manto invisible de humillaciones, silencios incómodos, soledad e incomprensiones. Ese espacio seguro es, para usar la expresión de Virginia Woolf, nuestro cuarto propio. Ahí nuestra voz tiene eco, cuestión fundamental porque ¿qué es la voz sin un eco?

Este año se cumplen 50 años desde el Golpe Militar en Chile. Las voces de las mujeres no callaron entonces. Hablaron fuerte. Fueron valientes. Lucharon por recuperar la democracia y los derechos para todas. Las mujeres vivieron las consecuencias de las políticas represivas de la dictadura, fueron torturadas, asesinadas, hechas desaparecer. Pero, además, fueron objeto de una forma de tortura que se dirige especialmente hacia las mujeres: la violencia política sexual. Quienes se salvaron de este calvario salieron a buscar a sus desaparecidos y desaparecidas, a pesar del peligro. Por otro lado, el rol de la mujer asociado a su género—madre, antes que nada, responsable del trabajo doméstico y de cuidado en el espacio familiar--fue potenciado por entidades como Cema Chile dirigida por Lucía Hiriart. Las organizaciones feministas se pronunciaron—sacaron la voz--cuestionando la idea de que el trabajo asignado a las mujeres fuera no remunerado.

Aunque hemos avanzado enormemente gracias a las mujeres que alzaron la voz antes que nosotras, aún falta mucho por alcanzar. El actual Gobierno se declara feminista, pero para lograr que esto sea más que una declaración, se requiere que más y más mujeres, encuentren su propia voz. 

Las voces de mujeres unidas, en un lenguaje que va más allá de las fronteras nacionales, son la herramienta más poderosa a la hora de generar transformaciones. Y el feminismo es una política de transformación.

Nos ridiculizan, nos minimizan, nos violentan y nos matan. Y, a pesar de ello, continuamos la lucha, continuamos el grito sororo y justiciero. A pesar de todo, con o sin pechos descubiertos, con pañuelos verdes o morados, depiladas o peludas, seguimos juntas—sacando la voz--y así seguiremos.

              Cada 8M muchas personas me preguntan: ¿qué es ser feminista?; ¿es salir a la calle con los pechos desnudos?; ¿gritar en masa?; ¿pedirles a las mujeres que aborten y odien a los hombres? Queda, así, de manifiesto que a pesar de ser un movimiento político antiguo en Chile y en el mundo, del que forman parte miles de mujeres, aún un sector importante de nuestra sociedad sabe muy poco sobre el feminismo. 

Para responder a la pregunta sobre qué es ser feminista voy a hablar de la voz. Sí, de la voz. Hace un tiempo atrás, les recomendé a las integrantes de una Fundación en la cual participo encontrar su voz. Las insté a que esta voz fuera una voz propia y no una impuesta por los roles sociales. Mi propuesta tenía como fundamento la constatación de que a lo largo de la historia las mujeres hemos alzado la voz muchas veces sin que nadie escuche. Hay temas, nos han dicho, que son de hombres: la política, la religión, la filosofía, la economía (incluso las finanzas del hogar). ¿Cómo no encerrarnos a gritar? ¡Ay la histeria! 

Las mujeres hemos acuñado el término “espacio seguro” para referirnos a aquel lugar protegido por hechizos antiguos en el cual hablamos, sacamos la voz, con claridad y sin miedo, un lugar en el que nos encontramos mujeres que escapamos de la realidad patriarcal que nos aprisiona, no necesariamente tras barreras de fierro, sino tras un manto invisible de humillaciones, silencios incómodos, soledad e incomprensiones. Ese espacio seguro es, para usar la expresión de Virginia Woolf, nuestro cuarto propio. Ahí nuestra voz tiene eco, cuestión fundamental porque ¿qué es la voz sin un eco?

Este año se cumplen 50 años desde el Golpe Militar en Chile. Las voces de las mujeres no callaron entonces. Hablaron fuerte. Fueron valientes. Lucharon por recuperar la democracia y los derechos para todas. Las mujeres vivieron las consecuencias de las políticas represivas de la dictadura, fueron torturadas, asesinadas, hechas desaparecer. Pero, además, fueron objeto de una forma de tortura que se dirige especialmente hacia las mujeres: la violencia política sexual. Quienes se salvaron de este calvario salieron a buscar a sus desaparecidos y desaparecidas, a pesar del peligro. Por otro lado, el rol de la mujer asociado a su género—madre, antes que nada, responsable del trabajo doméstico y de cuidado en el espacio familiar--fue potenciado por entidades como Cema Chile dirigida por Lucía Hiriart. Las organizaciones feministas se pronunciaron—sacaron la voz--cuestionando la idea de que el trabajo asignado a las mujeres fuera no remunerado.

Aunque hemos avanzado enormemente gracias a las mujeres que alzaron la voz antes que nosotras, aún falta mucho por alcanzar. El actual Gobierno se declara feminista, pero para lograr que esto sea más que una declaración, se requiere que más y más mujeres, encuentren su propia voz. 

Las voces de mujeres unidas, en un lenguaje que va más allá de las fronteras nacionales, son la herramienta más poderosa a la hora de generar transformaciones. Y el feminismo es una política de transformación.

Nos ridiculizan, nos minimizan, nos violentan y nos matan. Y, a pesar de ello, continuamos la lucha, continuamos el grito sororo y justiciero. A pesar de todo, con o sin pechos descubiertos, con pañuelos verdes o morados, depiladas o peludas, seguimos juntas—sacando la voz--y así seguiremos.

(El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Séptima Página Noticias).