Manuel Quevedo Méndez: Las Fiestas Patrias en Linares

Manuel Quevedo Méndez: Las Fiestas Patrias en Linares
Pintura de Pedro Olmos Muñoz.

"Muy pobre podía estar la gente, pero llegando el dieciocho, cada uno se ufanaba de lucir un traje nuevo, de colores vistosos y confeccionado por la mejor costurera del pueblo, quien no sólo entendía en modas femeninas, sino que a la vez era maestra en trajes de hombre. Se asistía a la Alameda, para ver el espectáculo que ofrecían las ramadas donde el pueblo da muestra de su idiosincrasia y todo lo que es en sí mismo", relata el profesor


Por Manuel Quevedo Méndez (profesor y ex director de la Biblioteca Pública Municipal de Linares)

        En los tiempos que Linares vivía una vida patriarcal, las Fiestas de Septiembre o del Dieciocho, como se las llama corrientemente, se celebraban tan sencillamente, que en ellas participaban casi todos los habitantes; sin ninguna distinción. 

Había tal entusiasmo en los vecinos, que era clásico prepararse anticipadamente, para concurrir a los diversos actos que, generalmente se efectuaban en la Plaza o en la Alameda, y se miraba con malos ojos al que se recluía en su casa durante los días que duraban las fiestas. 

Muy pobre podía estar la gente, pero llegando el dieciocho, cada uno se ufanaba de lucir un traje nuevo, de colores vistosos y confeccionado por la mejor costurera del pueblo, quien no sólo entendía en modas femeninas, sino que a la vez era maestra en trajes de hombre.

Se asistía a la Alameda, para ver el espectáculo que ofrecían las ramadas donde el pueblo da muestra de su idiosincrasia y todo lo que es en sí mismo. 

Siendo linarenses los encargados de estas fiestas, se conservaba la tradición de los Dieciochos antiguos en que al son de la guitarra bailaban en la Alameda ricos y pobres, niños, jóvenes y adultos, impulsados todos por el sentimiento de celebrar dignamente nuestras costumbres, a los padres de la patria, y a nuestros antepasados beneméritos.

Estas fiestas que duraban a veces una semana, se iniciaban con el indispensable "tabladillo" en la Plaza de Armas, construido con gruesas tablas clavadas sobre vigas afianzadas en postes a la altura de dos metros, el que se adornaba con petates, sillas, banderas en sus cuatro esquinas, banderolas y otros adornos, y hasta con flores de los jardines de las niñas del pueblo, dejándolo con atractivos para que subieran las autoridades, principales vecinos, patriotas que quisiesen; los niños y niñas de las escuelas. (Bibliografía: Revista Linares. Imagen: La cueca, de Pedro Olmos)