Lorena Rivera Arriagada: orgullo LGTBG+

Lorena Rivera Arriagada: orgullo LGTBG+
Abogada Lorena Rivera Arriagada.

A 55 años de Stonewall y a días del hecho del teatro Linarense sigue siendo vital remarcar la necesidad de visibilizar las urgencias de un colectivo que ha quedado al arbitrio de personas que consideran legítima la discriminación. Debemos avanzar hacia la visibilización porque nos ayuda a reconocer situaciones de injusticia, nos obliga también al saludable ejercicio de revisar nuestras propias conductas y expresiones y también a identificar el carácter homofóbico de quienes se expresen en ejercicio de la violencia simbólica contra otres. Asimismo, es fundamental no decaer en el espíritu democrático e intentar ser factor de cambio ante la injusticia, un imperativo para poder avanzar hacia un futuro más humano para todes.


Por Lorena Rivera Arriagada (abogada y activista LGTBQ+)   

                                                                       A propósito de la presentación de una obra de teatro familiar en un espacio cultural local fui testigo de la acometida homofóbica de adultos que, con “horror”, vieron como “exponían a sus hijes” a un monólogo en que el protagonista relataba su experiencia de vida siendo homosexual y discriminado. Más allá de la obvia titularidad de los padres para educar a sus hijos, lo grave radica en los argumentos esgrimidos por aquellos que se ofendieron por un actor que haciendo circo teatro, que han sido intrínsecamente homofóbicos. Entre ellos, se hablaba de una agenda del Gobierno de turno que buscaría “homosexualizar a los niños”; de la gravedad del uso del lenguaje inclusivo e incluso de cómo los calcetines del protagonista -pintados de arcoiris- buscaban adoctrinar a les niñes, entre otras joyas argumentativas que causarían el deleite de cualquier tirano.

Lo anterior no es novedoso pues son expresiones concordantes con aquellas que uno puede leer usualmente en comentarios en diarios o redes sociales que atacan a cualquier publicación que pretenda tratar temas como inclusión  y reivindicación de las demandas de las disidencias. Y esto, a mi juicio, va ilustrando la urgencia de integrar al debate público la ilegitimidad de aquellos discursos que pretenden estereotipar a otres sometiéndolos a una segmentación forzosa y derechamente acosando u hostigando a un colectivo. Estos discursos, que se propagan como la espuma, van alimentándose de mentiras como la imaginaria agenda  LGTBQ+ que busca sexualizar a niños o derechamente la condena social de la población transexual que, por el acoso y violencia que sufre, en nuestro país tiene una alarmante esperanza de vida que no alcanza los 35 años. Son propuestas discriminatorias, avaladas por mentiras y que solo buscan limitar el acceso a derechos a una parte de la población segregada por su orientación sexual.

En concordancia con ello, como comunidad LGTBQ+ cada 28 de junio conmemoramos el Día Internacional del Orgullo. Se elige esta fecha pues en ella se iniciaron los disturbios de Stonewall que, en términos generales, consistieron en una serie de actos y marchas de protesta contra la persecución y represión constante del colectivo LGTBQ+ en Los Ángeles, California durante el año 1969. Tras siglos de maltrato, y por medio de la protesta se visibilizó en las calles la compleja situación que vivían, y aún vivimos, quienes nos reconocemos como parte de las disidencias sexogenéricas.

Nuestro país no se ha mantenido al margen y desde aquellas míticas portadas del 73 en que se hablaba de la “Rebelión de los raros” o “Los colipato piden chicha y chancho” y que marcaron la cobertura de medios a la primera marcha del orgullo en Chile, se ha sucedido un trabajo inagotable de miles de manos silenciosas que han pavimentado el camino para hacer avanzar a nuestro país hacia un horizonte más tolerante y que ofrezca garantías mínimas que permitan detener la violencia y terminar con toda forma de discriminación.

Lamentablemente estos avances no siempre son verificables. Según señala el XXII Informe Anual de los Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género durante 2023, se recibieron 1.597 denuncias por casos de discriminación, entre ellas tres asesinatos y 43 agresiones físicas o verbales. En dicho  estudio, se señala que es “la primera vez en la historia que se entró en un camino peligroso, que de mantenerse, hará retroceder las conquistas a favor de la igualdad de las últimas tres décadas”. Sumado a los asesinatos y agresiones físicas o verbales, se registraron 126 agresiones comunitarias; 95 abusos laborales y 62 educacionales; 933 declaraciones de odio y dos discriminaciones en los medios de comunicación. Las declaraciones homofóbicas subieron un 130%, seguidas por los abusos en medios, cultura o espectáculo, con un aumento del 100%. Nuestros tribunales de justicia siguen recibiendo denuncias por actos aberrantes de discriminación y, parlamentarios en el congreso se opusieron en bloque a modificaciones indispensables a la Ley Zamudio que solo buscaban proteger de manera más efectiva a quienes se ven afectados por toda forma de discriminación.

Creo que urge generar espacios de diálogo transversal en torno a un problema que es real y que no puede seguir evadiéndose. Este problema radica fundamentalmente en la validación de opiniones que solo son la manifestación más pura del odio hacia las disidencias sexogenéricas. No podemos perder de vista que tras cualquier crimen de odio existe en su base un compromiso con un ideal que se ha creado en función de la repetición y validación  de discursos discriminatorios que, a su turno, fueron tratados como opiniones legítimas. Tristemente, la humanidad sabe que estos discursos en demasiadas ocasiones se han transformado en purgas y genocidios.

A 55 años de Stonewall y a días del hecho del teatro Linarense sigue siendo vital remarcar la necesidad de visibilizar las urgencias de un colectivo que ha quedado al arbitrio de personas que consideran legítima la discriminación. Debemos avanzar hacia la visibilización porque nos ayuda a reconocer situaciones de injusticia, nos obliga también al saludable ejercicio de revisar nuestras propias conductas y expresiones y también a identificar el carácter homofóbico de quienes se expresen en ejercicio de la violencia simbólica contra otres. Asimismo, es fundamental no decaer en el espíritu democrático e intentar ser factor de cambio ante la injusticia, un imperativo para poder avanzar hacia un futuro más humano para todes.

(El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Séptima Página Noticias).